Pandemia y restricciones por la COVID

Cuando el pasado marzo, la OMS decretó que el virus COVID se había convertido en una pandemia ya a nivel mundial, la más peligrosa de este nuevo siglo con diferencia, los países se mostraron preocupados por la nueva situación que se presentaba. Sin embargo, no podían prever el alcance auténtico de lo que la pandemia iba a suponer para todo el mundo. Casi un año después todavía seguimos metidos en este problema, con una tercera ola devastadora que se está llevando por delante miles de vida cada día en todo el mundo, y países que están sufriendo mucho más en estos meses que incluso en los primeros. Hemos tenido que aprender a luchar contra el COVID conforme íbamos sufriéndolo, de una manera prácticamente improvisada, pero el virus sigue ganando la partida, al menos por ahora. Las vacunas son la gran esperanza para el 2021, pero la situación sigue siendo catastrófica en muchos países del mundo.

Cuando en aquel marzo de 2020 se decretó el confinamiento en muchos países del planeta, los científicos pudieron comprobar el verdadero impacto que el ser humano tenía sobre el medio ambiente, especialmente en las ciudades. El tráfico bajó muchísimo y eso ayudó también a bajar las emisiones de gases contaminantes. La mayoría de personas que debían de ir a trabajar lo hacían en transporte público, algo que provocaba también grandes aglomeraciones. Esto es habitual en tiempos normales, pero en tiempos de pandemia puede ser un cóctel molotov, ya que meter a tantísima gente en un vagón de tren o metro no es precisamente lo más adecuado si queremos evitar contagios. Las restricciones en los transportes se han llevado a cabo para intentar proteger al máximo a esas personas que viajan en ellos, pero siguen quedándose muy cortas, sobre todo cuando no hay más transporte público de apoyo.

Transporte de mercancías ¿conoces todas las normas?

El mercadeo y la compraventa de mercancías es, desde casi el inicio de nuestra historia como especies, una de las formas que nos han ayudado a seguir creciendo como sociedad. Al principio, las tribus solo podían disfrutar de aquello que poseían, de lo que sembraban o criaban. Sin embargo, el intercambio de bienes supuso un paso adelante enorme en este tipo de relaciones, y el comercio se impuso como una de las mejores fórmulas de relación entre los distintos grupos de seres humanos. Incluso en épocas de guerra, las diferentes culturas enfrentadas admitían ciertos momentos de tregua para intercambiar mercancías necesarias para sus pueblos. Las relaciones sociales y humanas se han basado durante mucho tiempo en este tipo de negocios, y es normal que hoy en día sigan siendo tremendamente importantes.

Porque no se trata solo de producir la mercancía, sino de transportarla allá donde la necesite la persona que quiere comprarla. Durante siglos, los convoy, carretas y diligencias se han encargado de llevar todo tipo de productos por tierra, y los barcos tuvieron también un papel importancia capital durante varios siglos, antes de que los trenes y más tarde los aviones facilitaran mucho este tipo de transportes. Hoy en día todos siguen conviviendo y ofreciendo una red inmensa para llevar mercancías hasta el último rincón del planeta. De ello se encargan los transportistas, auténticos expertos en llevar camiones y furgonetas grandes, aunque también pilotos o capitanes de barco, que han encontrado en el transporte de mercancías una alternativa a la salida más habitual, el transporte de pasajeros.

La UE critica la ineficiencia del TAV español

España ha recibido casi la mitad de los fondos europeos disponibles para financiar el alta velocidad en la Unión Europea. Así lo señala un informe del Tribunal de Cuentas Europeo publicado este martes que carga contra la ‘ineficiencia’ en la construcción de líneas al Estado y en otros países. Los auditores señalan que entre el 2000 y el 2017 Bruselas financió con más de 11.000 millones de euros las líneas ferroviarias de alta velocidad españolas, el TAV español, el que representa un 47,3% del total repartido al bloque europeo. Así, la UE invirtió más dinero en alta velocidad en España que en Francia, Alemania, Italia y Polonia juntos.

Por otro lado, España es uno de los países donde el alta velocidad ha salido más cara a los contribuyentes: 1.159 euros por ciudadano. Es el doble de Francia (603 euros por contribuyente), que es uno de los países donde el alta velocidad se utiliza más, con 19,2 millones de pasajeros por kilómetro. En España la ratio es cuatro veces inferior: 5 millones de pasajeros por kilómetro.